«El negocio consume a la semana más de 1.000 kilos de carne de cerdo»

La vida de un restaurante suele estar, por lo general, muy ligada a los momentos más especiales de las personas. Entre sus cuatro paredes y al calor de sus fogones y el cariño de quienes los regentan se han sucedido infinitas celebraciones, bautizos, comuniones, almuerzos y cenas familiares, homenajes, jubilaciones y un largo etcétera de instantes en los que siempre hubo una razón para brindar.

Entre Pucheros me ha permitido pasar por decenas de lugares que atesoran todo ello, pero hay uno de capital importancia en nuestra ciudad que todavía no había visitado. Me refiero a Rafalete -o el Rafalete, como así se le llama coloquialmente-. No conozco a nadie que no haya probado sus pinchitos o sus cogollitos en los más de 50 años que lleva abierto. Ellos han conseguido ganarse el cariño de los cordobeses y, lo mejor, se han convertido en el referente de muchos de ellos para esos días tan especiales a los que me refería.

Hoy quiero que sean ellos los que nos expliquen en primera persona el secreto de su éxito y que nos digan si hay Rafalete para rato o si su continuidad depende de lo que les quede de vida laboral.

-Antonio y José Luis, han pasado 51 años desde que vuestro padre abrió el primer Rafalete en la avenida de Libia.

-(Antonio) Recuerdo que los cinco niños estábamos en la habitación de arriba y trabajando mucho. Abríamos a las cinco de la mañana todos los días y sin parar hasta el cierre.

-El Rafalete de la avenida de Libia tenía cerca las cocheras de Aucorsa, de donde salían los autobuses urbanos.

-(Antonio) Les daba de desayunar a los trabajadores de Aucorsa.

-Antes se había dedicado al pescado y empezó a vender pinchitos poco después, ¿verdad?

-(Antonio) Empezó en uno que le llamaban el madrileño y después en La Lechuga famosa de la Judería, hace ya muchos años. Eso hasta que abrió en la avenida de Libia, con pinchos, lechuga y caracoles.

-¿Cómo eran vuestros padres, Rafael y Luisa?

-(Antonio) Muy trabajadores y muy serios y entregados.

-Y severos.

-(Antonio) Mucho.

-(José Luis) Teníamos el babero y ya les ayudábamos.

-¿Tu madre era quien estaba en la cocina?

-(José Luis) Y cuidando a los niños. Teníamos el bar debajo y nosotros vivíamos arriba.

-Como yo cuando vivía en Crismona. O sea, que os nacieron los dientes detrás de una barra.

-(Antonio) Antes estaba la barra que el colegio, pero es algo de lo que nos alegramos.

-¿Pudisteis elegir otra cosa?

-(José Luis) No hubo otra posibilidad.

-(Antonio) Bajamos, nos pusimos a trabajar y hasta el día de hoy.

-¿Magdalena y Rafael, vuestros hermanos, siguen trabajando?

-(Antonio) Rafael ha vuelto después de siete años quitado de en medio.

-¿Cómo se puede guardar durante 51 años el secreto del aliño del pinchito moruno en Rafalete?

-(José Luis) Mucha gente lo sabe, pero a veces los que lo intentan fracasan. La carne de cerdo es muy trabajosa y hay que limpiarla muy bien.

-(Antonio) Los pinchos son buenos en todos lados, pero los nuestros son diferentes.

-¿Qué lleva el aliño?

-(José Luis) Pues ajo, comino… lo normal.

-¿Tenéis la misma línea de cocina en los cinco restaurantes?

-(Antonio) Más o menos igual, pero hay diferencias. En el centro, por ejemplo, hay más menús.

-¿Es una cocina popular a precios asequibles?

-(Antonio) Sí.

-¿Cuándo os incorporasteis a la empresa?

-(Antonio) En 1976 nos fuimos incorporando, en Sagunto.

-Y vuestra gran expansión llegó entre 2011 y 2014, que es cuando abristeis los últimos restaurantes.

-(Antonio) En 2008 ya abrimos en El Arenal.

-En plena crisis. ¿Cómo se hace eso?

-(José Luis) Equivocadamente. Los abrimos para los nenes y los nenes parece que no quieren trabajar con nosotros. Vienen pero no se implican.

-¿Así de claro?

-(José Luis) Como suena.

-Me gustaría que os definierais.

-(José Luis) Antonio es el hombre más serio y responsable de todos. Se levanta antes y todo.

-(Antonio) José Luis lleva bien su negocio, es trabajador.

-Hace falta mucha pasión para mantener un negocio 51 años.

-(Antonio) Y perder la vida de tus hijos y perder la vida de todo. Ese es el camino.

-(José Luis) Hemos perdido todas las ferias, Semanas Santas, bodas. Vamos, todo se pierde. Las fechas buenas son las malas para nosotros.

-¿Os arrepentís?

-(Antonio) Sabíamos cómo era, pero me gusta.

-(José Luis) Si volviera atrás, no me dedicaría a la hostelería. Ahora es un pego, pero recuerdo cuando entrabas a las nueve de la mañana y salías a las tres de la mañana.

-¿Qué plantilla tenéis en la actualidad?

-(Antonio) Unos 40 o 50, pero con extras en los fines de semanas podemos llegar a los 70.

-Y compañeros que llevan muchos años.

-(Antonio) Algunos incluso se han jubilado y otros pueden llevar más de 20 años con nosotros.

-Habéis llevado tanto la caseta del PP como la del PSOE. Está claro que el partido de un empresario de hostelería es su bar.

-(Antonio) Teníamos la carpa del PP y luego pasamos al PSOE. No tenemos partido político, tenemos que darle de comer a todo el mundo. Somos apolíticos.

-¿De verdad habéis vendido 78.000 pinchitos en la Feria?

-(José Luis) Teníamos puntos muy buenos y vendíamos 8.000 pinchitos al día en la Feria.

-¿Siempre habéis tenido el mismo proveedor de la carne de pinchitos?

-(Antonio) Tenemos dos o tres porque no dan abasto. Piensa que Rafalete consume a la semana más de 1.000 kilos de carne de cerdo.

-¿Se os pasado alguna vez por la cabeza franquiciar el Rafalete?

-(Antonio) Lo hemos pensado pero no nos apoyan. Hemos llegado a tener locales en Málaga, en Fuengirola concretamente, para abrir otro Rafalete, pero no nos fiamos.

-Me da la sensación de que la tercera generación no tiene claro que quiera dedicarse a la hostelería.

-(Antonio) Si no cambian, parece que no. Mi hijo está conmigo, pero no lo veo. A día de hoy, si cumplimos 65 años Rafalete se tiene que traspasar, porque nuestros hijos no quieren seguir con los negocios. A nosotros nos obligaron, aunque es verdad que no me arrepiento. Es una pena que no tengamos respaldo después de haber luchado tanto.

-(José Luis) Mi nene tiene coches y mi hija tiene ya familia, así que nada.

-Estáis en tres barrios distintos. ¿Cuál es mejor?

-(José Luis) El peor es el del centro, con diferencia. No va con nosotros, depende de la gente de fuera. El de El Arcángel es el número uno.

-¿Qué os parece la peatonalización del centro?

-(José Luis) Puede ser muy bueno pero hasta que llegue es muy malo. Las obras de peatonalización nos están afectando, perdemos ventas.

-¿Qué opinión tenéis de las terrazas?

-(Antonio) Hemos tenido veranos muy buenos con nuestras terrazas, pero ya no es lo mismo.

-(José Luis) Tengo una buena terraza en Arroyo del Moro, pero a pesar de eso funciono mejor en invierno que en verano.

-¿Qué es más difícil tener, un buen cocinero o un buen camarero?

-(Antonio) Igual.

-Porque con la formación tenemos un problema, ¿verdad?

-(Antonio) Ni verla. Hemos tenido muchas experiencias desagradables.

-(José Luis) En formación no queremos a ninguno, porque vienen con ideas totalmente contrarias a las nuestras.

-¿Os imaginábais que el Rafalete del centro comercial El Arcángel iba a tener tanto éxito?

-(José Luis) No, pero ahora es el que mejor va. Por este centro pasan 10.000 personas todos los días.

-¿Córdoba es una ciudad de fin de semana?

-(José Luis) Para nosotros sí lo es. Hasta el viernes no es como antes en Córdoba.

-¿Es buen oficio el del hostelero?

-(José Luis) Yo estoy harto de esto, pero otra cosa no sé hacer. Es verdad que económicamente sí lo es, pero emocionalmente no. Hay que estar encima de todo y a todas las horas. Esto no es vida y cuando estás de descanso tampoco descansas.

-¿Vuestra clientela son los vecinos?

-(Antonio) A Rafalete viene gente de toda Córdoba.

-Habéis creado un imperio gastronómico, pero ¿pensáis que Córdoba es una plaza difícil?

-(Antonio) Mucho. En Córdoba no hay nunca término medio, o la gente te quiere mucho o te odia.

-¿Tenéis previsto abrir otro Rafalete?

-(Antonio) De momento, no.

-¿Qué os parecen las redes sociales?

-(Antonio) Pues que lo mismo hablan bien que mal de nosotros. Ni me gustan ni me dejan de gustar.

-O sea, que pensáis que la mejor fórmula sigue siendo el boca a boca.

-(Antonio) Yo creo que sí.

-Os veo poco por las asociaciones.

-(Antonio) Me sentí defraudado con Hostecor, cuando estaban Antonio Álvarez y Toni Palacios. Les pedí un favor y no me hicieron ni caso.

-¿Cuándo os pagó vuestro padre el primer sueldo?

-(Antonio) Mi padre no nos pagó nada hasta que nos casamos, aunque también es verdad que nos casamos con piso y coche pagados.

Prudentes, respetuosos, parece que tímidos pero después no lo son, entregados a su trabajo. Es grande lo que han conseguido. Son una familia de hosteleros de los que Córdoba se tiene que sentir orgullosa. Gracias, familia León Rodríguez por hacer tan grande la hostelería de Córdoba.